miércoles, 24 de octubre de 2012

La democracia ateniense y La República de Platón

       Podría decirse que los griegos « inventaron » la política. Sin embargo, a lo largo del primer cuatrimestre de nuestro trabajo en clase, no estamos todos de acuerdo respecto a tan concluyente aserción. Para poder afirmar que los griegos inventaron la “política”, sería necesario esclarecer cuál es el sentido que cada uno adscribe al término “política”. Y este ha sido uno de los ejes de la discusión al interior del grupo de trabajo de la cátedra de Historia del pensamiento político.

      Ahora bien, podríamos estar de acuerdo en que los griegos crearon/inventaron la democracia. Y aquí volveríamos a disputar el sentido del término “democracia”. ¿Qué tipo de democracia inventaron los griegos? ¿Qué tipo de democracia es aquella que se asienta sobre las bases de la “labor” del esclavo (Hanna Arendt, 2006 ) y sanciona como “naturales” las desigualdades cuando las mujeres, los esclavos y los metecos no pueden formar parte de la “asamblea de ciudadanos”? 






      Veamos algunas de las instituciones políticas griegas ligadas al surgimiento de la democracia. Como señala Castoriadis (“La polis griega y la creación de la democracia”, 1982), la democracia nace en Grecia, en el mismo momento que la filosofía. Y esta no es una simple relación de circunstancias debida al azar. Por el contrario, se trata de una relación “ontológica”: una cuestión de ontología política. Del mismo modo que la filosofía es la reflexión explícita sobre el mundo, los otros y sobre nosotros mismos, una interrogación consciente que pone en cuestión las representaciones establecidas, la política democrática tiene que ver con la reflexión/interrogación acerca de las reglas y las leyes que organizan las relaciones entre los hombres, una reflexión acerca de la justicia de la ley.

      Para Castoriadis (1982), la democracia, más que un “modelo” o un “antimodelo” es un germen, el germen de un proceso histórico instituyente de una nueva forma de organización de las relaciones de poder en la sociedad. Este proceso, que se desarrolla durante casi cuatro siglos, configura un tipo de comunidad donde este particular demos (el ateniense) se diferencia de los demás porque no cesa de cuestionar su propia institución: el demos modifica continuamente las normas (nomoi) dentro del marco en que vive. Este proceso de creación continua, no es independiente de las otras formas de la cultura.

      Según Castoriadis, la significación imaginaria central que surge como germen entre los griegos es la autonomía: el reconocimiento de la capacidad de establecer y seguir las propias leyes. Ante la pregunta: ¿Quién es el sujeto de esta autonomía? La respuesta es “la comunidad de ciudadanos” (la polis). Recordemos que para los griegos la “polis” no es un espacio geográfico. Como señala Pierre Vidal-Naquet (1998), en griego, existen dos palabras diferentes: “asty” designa el espacio geográfico (el espacio urbano en relación al espacio rural) y “polis” designa la comunidad política. La “polis” no designa un espacio cerrado entre murallas, sino una comunidad de iguales –por ejemplo, los ciudadanos de Atenas, los atenienses. 

      “Atenas está compuesta de un cierto número de démos, que son todos iguales. Basta con ser ciudadano de esta microciudad para ser ipso facto ciudadano de Atenas. Una página célebre de Tucídides cuenta que, cuando Pericles condujo a todos sus conciudadanos de la campiña al interior de las murallas, fue todo un desgarramiento para la gente porque cada uno tenía la impresión de haber abandonado su comunidad. Esta división que se remonta a Clístenes, a fines del siglo VI AC, no hace distinción entre el espacio urbano y el espacio rural. Por supuesto, a veces [algunos] se mofan de la gente del campo o, al contrario, como Aristófanes, se hace un elogio sistemático, pero un habitante del fondo del Ática, mientras sea un  hombre libre e hijo de ciudadanos, es ciudadano [de la polis]” (Entrevista a Pierre Vidal- Naquet, 1998)

      La comunidad de ciudadanos es entonces este sujeto de la autonomía que se proclama “absolutamente soberana” (el demos, dice Castoriadis, es autónomos, autódikos, autóteles: se rige por sus propias leyes, posee su jurisdicción independiente y se gobierna por sí mismo). “Esta comunidad afirma igualmente la igualdad política (participación por igual en la actividad y en el poder) de todos los hombres libres” (Castoriadis, 1982). Y, aunque la exclusión de la ciudadanía de las mujeres, de los extranjeros y de los esclavos es ciertamente una limitación que para nosotros resulte hoy inaceptable, la naturalización de los residentes extranjeros en las sociedades contemporáneas, no tiene nada de automática, señala Castoriadis.

      La igualdad de los ciudadanos es, en principio, una igualdad ante la ley (isonomía), pero también es mucho más que eso: es la igualdad del derecho a la participación general activa en los asuntos públicos, una participación regulada por normas formales y por el ethos de la polis:
“Según el derecho ateniense, un ciudadano que se negaba a tomar partido de las luchas civiles que agitaban la ciudad se convertía en átimos, es decir, perdía sus derechos políticos. La participación se materializa en la ecclesía, la asamblea del pueblo que es el cuerpo soberano activo. Todos los ciudadanos tienen el derecho de tomar la palabra (isegoría), sus votos tienen todos el mismo peso (isopsephia) y todos tienen la obligación moral de hablar con absoluta franqueza (parrhesia). Pero la participación se materializa también en los tribunales en los que no actúan jueces profesionales; la casi totalidad de los tribunales está formada por jurados y sus miembros son designados por sorteo” (Castoriadis, 1982).

      La ecclesia, asistida por la boule (consejo), legisla y gobierna. Esta es la democracia directa, una democracia que presenta tres aspectos diferenciados de las democracias “modernas”.
      1- El pueblo por oposición a los “representantes del pueblo”. Según Castoriadis, la gran filosofía política clásica ignoraba el concepto de “representación”. Tanto para Herodoto como para Aristóteles, la democracia es el poder del demos, poder que no sufre ninguna limitación en materia de legislación, y la designación de los magistrados se realizaba por sorteo o por rotación.
      2- El pueblo por oposición a los “expertos”. Las decisiones relativas a la legislación y a los asuntos políticos importantes  –las cuestiones de gobierno- son tomadas por la ecclesia  después de haber oído a diversos oradores y entre otros, a quienes pretenden poseer un saber específico sobre los asuntos discutidos. En este sentido, no hay  “especialistas” en cuestiones políticas: la “sabiduría política” pertenece a la comunidad política, ya que la techné, el saber técnico, está siempre ligado a un “saber hacer” específico y no se identifica con el campo de la praxis, de la acción política o ética.
      3- La comunidad en oposición al “estado”. La polis griega no es un “estado” en el sentido moderno. En la lengua “helénica” (griego) antigua, no existe la palabra “estado” (Castoriadis subraya el hecho significativo de que los griegos modernos tuvieron que “inventar” una palabra para designar esta cosa nueva y que hayan recurrido a la antigua voz kratos, que quiere decir fuerza). Politeia (el título del libro de Platón, por ejemplo) no significa “el Estado” (der Staat como figura en la traducción alemana clásica) sino que designa a la vez la institución/constitución política y la manera en que el pueblo se ocupa de los negocios comunes.
       La democracia griega se inscribe en un espacio público, un espacio de todos, un espacio que pertenece a todos (ta koina). De allí que “lo público” deja de ser una cuestión “privada” (del rey, de los sacerdotes, de los políticos, de los especialistas) para configurarse en un espacio donde las decisiones referentes a los asuntos comunes deben ser tomadas por la comunidad política.

      Sin embargo, esta forma de organización del poder “común” entró en crisis y, con la decadencia de la ciudad, aparecieron otras formas de pensar “la política” y “la república”.  La filosofía política de Platón es una de ellas. Los invitamos a leer el trabajo presentado por Leonardo Acosta, Pablo Lizárraga, Martín Suranyi y Aníbal Tornatore, de la comisión A (ciclo lectivo 2012), sobre La república de Platón.




Bibliografía consultada: 

- Hanna Arendt, ¿Qué es la política?  Barcelona, Paidós, 2006
- Cornelius Castoriadis, “La polis griega y la creación de la democracia” en Los dominios del hombre. Las encrucijadas del laberinto II. Barcelona, Gedisa, 1998
- Entrevista a Pierre Vidal-Naquet, Propos recueillis à Paris, par Thierry Paquot, le 30 janvier l998. Traducción de Liliana Ponce.



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